El caso de La Manada —los cinco hombres que violaron a una joven en las fiestas de San Fermín en 2016— no solo ha supuesto un precedente jurídico, sino que ha cuestionado los límites de la libertad sexual de las mujeres, asumidos como naturales: «No vuelvas sola a casa», «no te vayas con desconocidos», «avísame al llegar», «dile al taxista que espere hasta que entres al portal». La sentencia —favorable a la víctima y que condena a los agresores a 15 años de cárcel— ha vuelto inaplazable un debate que ya se venía advirtiendo, el del consentimiento, el deseo y la autonomía sexual femenina.
El miedo a que los cuerpos de las mujeres puedan ser usados sin permiso ni deseo es lo que la investigadora Nerea Barjola ha bautizado como «relato del terror sexual» en su libro Microfísica sexista del poder (Virus Editorial). Barjola, que es doctora en Feminismos y Género por la Universidad del País Vasco, analiza en el libro la narrativa construida a partir del crimen de Alcàsser, una especie de disciplina que viene a decir: «Chicas, la calle es peligrosa».